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Felicidad I

Felicidad I

Todo el  mundo busca la felicidad. Su significado es incierto y esquivo, inestable e impreciso. Su búsqueda justifica cualquier viaje, cualquier sacrificio. Se habla de ella en términos vagos, sin precisar, casi siempre en pasado o como esperanza de un futuro. Su naturaleza es claramente  temporal, sujeta a los ciclos y a las estaciones. Todo mundo la encuentra misteriosa,  caprichosa, como si fuera imposible alcanzarla mediante un método o una disciplina, ni mediante la razón.

¿Y si la felicidad solo fuera un concepto, fruto de pensamiento? Quiero decir ¿y si la felicidad solo fuera “eso”, idea y pensamiento? Entonces no existe nada que sea realmente felicidad, es solo fruto de la mente. Es un concepto. Un concepto vago e impreciso para designar un estado que tampoco sabemos cuál es, salvo que es el opuesto de amplio espectro de posibilidades que representa “encontrarse mal”.

En pocas palabras, la felicidad es un invento, fruto de la mente, como son los meridianos que dividen imaginariamente  la Tierra en círculos máximos que pasan por lo polos. Los meridianos no existen más que en nuestras mentes aunque pueda que sea útil imaginarlos para navegar o calcular la hora (aunque, seamos francos, la inmensa mayoría de la gente vive sin pensar en los meridianos). Del mismo modo, la felicidad (o la infelicidad) no existe y yo me pregunto si el concepto tiene alguna utilidad.

Aboliendo de la imaginación la felicidad, se vive muy bien. Ya no le preocupa a uno el buscarla o perderla, de darla o recibirla, de haberlo tenido o de haberla visto pasar. Sin felicidad no se deja uno engañar y ya no justifica un nuevo coche, más dinero, un viaje a la Patagonia, o el amor.  Sin el concepto felicidad, hasta el miedo, ese otro invento, es menos virulento. Porque ¿algo mas retorcido que miedo a no ser feliz?



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