Gaia ciencia
El Columbia vuelve a salir y la ciencia puede continuar.
Me gustaría creer en la ciencia como cuando era niño. Creer en la ciencia y en el hombre de ciencia (en estos tiempo añadiré también con toda justicia “mujer de ciencia”). Fui educado, temo decirlo, en el mas firme espíritu positivista y romántico del ...Siglo XIX, el único que debieron conocer mis educadores. Ya saben, el hombre al servicio del conocimiento y el bien de la humanidad. Entonces se creía en la ciencia, en el progreso, en la evolución, en el hombre de una forma diferente a ahora. El hombre de ciencia se representaba como estereotipo, ante todo como un hombre racional, curioso, trabajador infatigable, perseverante hasta la obsesión,.filantrópico pero asocial, independiente, autónomo con su laboratorio en casa, insobornable y por eso pobre, rebelde casi heroico y fundamentalmente honrado. Un hombre que buscaba comprender la naturaleza quizás para entender la vida y ponerla a servicio del bienestar del hombre. Retrospectivamente, esa imagen del científico se parecía demasiado, a “self-made man” americano, alguien que incluso sin medios, podía hacer un descubrimiento fundamental al azar o ser presidente de los Estados Unidos...al azar. Es verdad que con frecuencia, el hombre de ciencia, estaba al borde de la locura o decididamente se volvía loco. Se entendía acaso que ese contacto con las verdades fundamentales del universo tenía por necesidad que trastornar al hombre. Cuando el hombre de ciencia se volvía loco, ponía la ciencia por delante del hombre
Si el hombre de ciencia representó un ideal , como lo fueron los exploradores y los astronautas, lo que la ciencia y el conocimiento prometía no lo era menos. No había problema en el mundo que no pudiera la ciencia poner coto y dominar. Enfermedades incurables se hacian curables, dominio absoluto sobre la naturaleza, evitación de catástrofes de todo tipo, hacer llover o convertir un desierto en un vergel, alimentos más fáciles de obtener y más nutritivos, energías limpias, colonización del mar y de los planetas, potenciación de la memoria o la inteligencia, aprendizaje sin esfuerzo...la piedra filosofal. Ya entonces la frontera que separaba la ciencia puramente de la industrialización y la tecnología, no quedaba claro. El científico acaba por parecer mas un inventor y un industrial, que a ese científico, esa especie de doctor estilo Sherlock Holmes del diecinueve (indudablemente inglés) que recogía muestras vegetales, las clasificaba sin saber muy bien para qué. En todo caso, estos detalles eran menudencias para toda mi ingenuidad infantil Recuerdo aquellos sábados, con cinco años, cuando en entre Bugs Bunny y Pixie & Dixie, ponían un programa, de apenas media hora de duración, que se llamaba algo así “El mundo en el año 2000”. Bajo un disfraz de ciencia, que tan buena fama tenía, salían hombres en batas blancas junto a reactores nucleares, aviadores militares sobre platillos volantes, ciudades asépticas donde la gente caminaba ordenadamente con modernos y uniformes trajes mono piezas sobre pasarelas larguísimas, o en automóviles volantes. Por supuesto, para el año 2000, no habría ni hambrunas, ni catástrofes que el hombre no pudiera dominar, existirían ciudades bajo los océanos, robots amables librarían al hombre de los más arduos trabajos, iniciaríamos la colonización de la Luna, las guerras, las revoluciones, serían un recuerdo del pasado, porque la ciencia y razón se habrán hecho cargo del destino de la humanidad, es decir el viejo mito de los filósofos gobernantes civilizando al mundo Yo quería vivir en el año 2000 y me congratulaba que por aquel entonces no fuera demasiado viejo.
Probablemente esa idea de la ciencia y del científico era por romántica, errónea y desde luego, en muchos aspectos, ahora me parece que aquel mundo que se representaba se parecía demasiado a “Un mundo feliz” de Huxley y después de todo, esa forma de entender la ciencia parecía mas destinado a los bienes materiales que a la búsqueda llanamente de un mejor vivir. El mensaje era que con mas cosas, artilugios, comodidades, etc.. se viviría mejor. El problema de los medios y los fines.
Pero nada mas lejos de la realidad. Ni se curaron las enfermedades (surgieron otras), ni se acabaron las guerras, las hambrunas ni hemos colonizado las fosas de las Marianas, ni las ciudades son lugares limpios y con gente feliz. Hay quién dice que estamos mejor y yo sinceramente ya no sé nada. Me duele mucho que aún no haya un Audi que vuele.
SIn embargo, es sorprendente que aún pervivan en muchos aspecto esa idea romántica de la ciencia y el científico. Está llena la universidad de jóvenes que a falta de otros ideales (políticos mismamente) que aspiran convertirse en los científicos de un futuro prometedor, lleno de cosas y falsas posibilidades. Ingenieros genéticos, físicos cuánticos, oncologos, oceanógrafos o medio ambientales que acabaran en un laboratorios públicos y privados rodeados de probetas y soluciones salinas, sin ver la gaia ciencia en ninguna parte. Lo que es mas importante, sin haber entendido nada. Desgraciadamente, el científico de hoy en día, esa rara avis, investigadores que se llaman hoy en día, no son necesariamente mas racionales que la media, ni curiosos, trabajadores ni perseverantes hasta la obsesión, ni filantrópicos ni independientes y por supuesto ninguno puede ni tiene el laboratorio en casa. El científico es hoy en día un asalariado mas, especialistas en laboratorios en multinacionales (o parásitos de universidades), con códigos de accesos, con visiones parciales de sus investigaciones, con registros rigurosos a la salida del trabajo. El científico está supeditado al logro industrial, tecnológico y económico, es decir, a la filosofía de mas cosas, mas felicidad. Parece lógico. Ni lo del saber socrático para un mejor vivir ni al bien para la mayor parte de la humanidad parecen un buen negocio. Si lo fueran, probablemente no merecería la pena.
Me gustaría creer en la ciencia como cuando era niño. Creer en la ciencia y en el hombre de ciencia (en estos tiempo añadiré también con toda justicia “mujer de ciencia”). Fui educado, temo decirlo, en el mas firme espíritu positivista y romántico del ...Siglo XIX, el único que debieron conocer mis educadores. Ya saben, el hombre al servicio del conocimiento y el bien de la humanidad. Entonces se creía en la ciencia, en el progreso, en la evolución, en el hombre de una forma diferente a ahora. El hombre de ciencia se representaba como estereotipo, ante todo como un hombre racional, curioso, trabajador infatigable, perseverante hasta la obsesión,.filantrópico pero asocial, independiente, autónomo con su laboratorio en casa, insobornable y por eso pobre, rebelde casi heroico y fundamentalmente honrado. Un hombre que buscaba comprender la naturaleza quizás para entender la vida y ponerla a servicio del bienestar del hombre. Retrospectivamente, esa imagen del científico se parecía demasiado, a “self-made man” americano, alguien que incluso sin medios, podía hacer un descubrimiento fundamental al azar o ser presidente de los Estados Unidos...al azar. Es verdad que con frecuencia, el hombre de ciencia, estaba al borde de la locura o decididamente se volvía loco. Se entendía acaso que ese contacto con las verdades fundamentales del universo tenía por necesidad que trastornar al hombre. Cuando el hombre de ciencia se volvía loco, ponía la ciencia por delante del hombre
Si el hombre de ciencia representó un ideal , como lo fueron los exploradores y los astronautas, lo que la ciencia y el conocimiento prometía no lo era menos. No había problema en el mundo que no pudiera la ciencia poner coto y dominar. Enfermedades incurables se hacian curables, dominio absoluto sobre la naturaleza, evitación de catástrofes de todo tipo, hacer llover o convertir un desierto en un vergel, alimentos más fáciles de obtener y más nutritivos, energías limpias, colonización del mar y de los planetas, potenciación de la memoria o la inteligencia, aprendizaje sin esfuerzo...la piedra filosofal. Ya entonces la frontera que separaba la ciencia puramente de la industrialización y la tecnología, no quedaba claro. El científico acaba por parecer mas un inventor y un industrial, que a ese científico, esa especie de doctor estilo Sherlock Holmes del diecinueve (indudablemente inglés) que recogía muestras vegetales, las clasificaba sin saber muy bien para qué. En todo caso, estos detalles eran menudencias para toda mi ingenuidad infantil Recuerdo aquellos sábados, con cinco años, cuando en entre Bugs Bunny y Pixie & Dixie, ponían un programa, de apenas media hora de duración, que se llamaba algo así “El mundo en el año 2000”. Bajo un disfraz de ciencia, que tan buena fama tenía, salían hombres en batas blancas junto a reactores nucleares, aviadores militares sobre platillos volantes, ciudades asépticas donde la gente caminaba ordenadamente con modernos y uniformes trajes mono piezas sobre pasarelas larguísimas, o en automóviles volantes. Por supuesto, para el año 2000, no habría ni hambrunas, ni catástrofes que el hombre no pudiera dominar, existirían ciudades bajo los océanos, robots amables librarían al hombre de los más arduos trabajos, iniciaríamos la colonización de la Luna, las guerras, las revoluciones, serían un recuerdo del pasado, porque la ciencia y razón se habrán hecho cargo del destino de la humanidad, es decir el viejo mito de los filósofos gobernantes civilizando al mundo Yo quería vivir en el año 2000 y me congratulaba que por aquel entonces no fuera demasiado viejo.
Probablemente esa idea de la ciencia y del científico era por romántica, errónea y desde luego, en muchos aspectos, ahora me parece que aquel mundo que se representaba se parecía demasiado a “Un mundo feliz” de Huxley y después de todo, esa forma de entender la ciencia parecía mas destinado a los bienes materiales que a la búsqueda llanamente de un mejor vivir. El mensaje era que con mas cosas, artilugios, comodidades, etc.. se viviría mejor. El problema de los medios y los fines.
Pero nada mas lejos de la realidad. Ni se curaron las enfermedades (surgieron otras), ni se acabaron las guerras, las hambrunas ni hemos colonizado las fosas de las Marianas, ni las ciudades son lugares limpios y con gente feliz. Hay quién dice que estamos mejor y yo sinceramente ya no sé nada. Me duele mucho que aún no haya un Audi que vuele.
SIn embargo, es sorprendente que aún pervivan en muchos aspecto esa idea romántica de la ciencia y el científico. Está llena la universidad de jóvenes que a falta de otros ideales (políticos mismamente) que aspiran convertirse en los científicos de un futuro prometedor, lleno de cosas y falsas posibilidades. Ingenieros genéticos, físicos cuánticos, oncologos, oceanógrafos o medio ambientales que acabaran en un laboratorios públicos y privados rodeados de probetas y soluciones salinas, sin ver la gaia ciencia en ninguna parte. Lo que es mas importante, sin haber entendido nada. Desgraciadamente, el científico de hoy en día, esa rara avis, investigadores que se llaman hoy en día, no son necesariamente mas racionales que la media, ni curiosos, trabajadores ni perseverantes hasta la obsesión, ni filantrópicos ni independientes y por supuesto ninguno puede ni tiene el laboratorio en casa. El científico es hoy en día un asalariado mas, especialistas en laboratorios en multinacionales (o parásitos de universidades), con códigos de accesos, con visiones parciales de sus investigaciones, con registros rigurosos a la salida del trabajo. El científico está supeditado al logro industrial, tecnológico y económico, es decir, a la filosofía de mas cosas, mas felicidad. Parece lógico. Ni lo del saber socrático para un mejor vivir ni al bien para la mayor parte de la humanidad parecen un buen negocio. Si lo fueran, probablemente no merecería la pena.
13/07/2005
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