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Maestro Fromm

Maestro Fromm
Descubrí a Erich Fromm en mayo de 1981. Alemán, judio, psicoanalista, sociologo. Ese primer libro, “Man for himself” traducido al español bajo el titulo de “Ética y Psicoanalisis” fue una revelación, el primero de una serie de libros suyos y de otros a los que citaba. En aquellos tiempos fueron los preámbulos de unos años oscuros de los cuales no saldría hasta bien mediados los ventitantos. Aquel mayo del ochenta y uno, me dediqué mas a la lectura de este libro que a la preparación de las asignaturas del segundo año de ingeniería, del cual, soy franco ya aborrecía. Pasaron muchos años antes de que reconociera la revelación que supuso para mi el pensamiento de Fromm y del modo, influyó en mi pensamiento y en mi forma de entender el mundo. Siguieron “Miedo a la Libertad”, “Psicoanalisis de la Sociedad Contemporánea”, “La revolución de la esperanza”, “Tener o Ser”, “El Arte de Amar”, “El dogma de Cristo”, “Anatomía de la Destructividad humana”, “El humanismo socialista”, “Seréis como dioses”, “El corazón del hombre”, “La condicion humana actual”, “Comentarios a los Manuscritos Economicos-Filosóficos de Marx”. Sus libros fueron la senda que me llevaron a la Asociación “Marx Madera”, y a mis cursos sobre “El Capital” y a la lectura de Bertand Russell. También a Freud, Jung y a Durkheim. Su libro “Psicoanalisis y Budismo Zen” en colaboración con Daisen Suzuki, maestro rinzai Zen , me empujaron a leer a Suzuki y de Suzuki a Taisen Deshimaru, maestro soto Zen, también al británico-californiano hippy y taoista Alan Watts, a los Maestros Kapleau y Sekida y los clásicos, Platón, Lao Tse, Chuang Tze, Confuncion y los haikus de los poetas japonés Isha Kobashashi y Bosho. Todo ello me llevarian a dedicar tres meses a practicar en Zazen en el único templo Zen en Madrid, cuya maestra era y es Barbara Kosen, monja budista francesa discípula directa de Taisen Deshimaru. Fromm me llevó de la mano hasta a Tolstoi, sus novelas, cuentas y ensayos, a Meister Eckart, Kierkergard,Thoreau y su “Walden”, “Desobendiencia Civil”, “Life without Principle” a su contemporaneo Emerson y luego a Orwell y Huxley, Stuart Mill y Hume y a mis actividades en un grupo ecologista cuando aún era una novedad en España. Su lectura inclusó me llevo a leer a Unamuno, y su “Sentimiento Trágico de la Vida” o “Vida de Don Quijote y Sancho” y éste a Spinoza, Novalis, Goethe, Schiller, Nietzsche, Schopenhauer.

Fueron viniendo a mi Hesse, Tagore, Camus, Graves, Cioran, Bradbury, Borges, Casares, Cortazar, Benedetti, Mutis, Lin Yutang, y también los clásicos como Walter Scott, Conrad, Melville, Defoe, Swift, Chejov, Kipling, Stevenson, Hemmingway, Scott Fiztgerald, mi paisano de Monterey, Steinbeck. Poetas irlandeses, ingleses, americanos Yeats, Wordsworth, Burns, Browning, Tennyson, Wolfe, Wilde, Frost, Dickinson, Whitman o españoles o sudamericanos Neruda, Blas de Otero, Miguel Hernández, Blas de Otero, Salinas, Leon Felipe, Rosalía, Ferreiro, Manuel Antonio, Cunqueiro, Castelao y unas ristra de poetas y escritores gallegos.

Ya escribía cuentos y poemas, un poco antes había empezado a tocar la gaita, a pintar acuarelas, dibujos de árboles y bosques a plumilla, a colaborar en la revista “Humus Sapiens”, a aprender gallego, a leer en catalán, a perseguir a Cristina, Beatrice, Yolanda, Anuska, Mar, Isabel, Pilar... Pateaba el monte, un fin de semana si y otro no, bajo la lluvia, la nieve, la noche o la niebla, solo o acompañado y cada noche, durante aciagos años, me acostaba con la esperanza de no despertar al día siguiente.

Todo este recorrido para descubrir que mi historia es la memoria de Odiseo, el viaje de vuelta.

Fromm ha sido mi maestro en tiempos que, echaba en falta maestros de vida. Durante muchos años, llevaba en mi cartera dos fotos: una de Fromm y otra de Tagore. Otro día hablaré de Tagore. Su sola voz intuida en sus libros ha iluminado toda esta oscuridad, ha abierto puertas, y entendimientos, y ha dejado en mi la impronta de una “praxis negadora” que permite la superación, aunque con desigual éxito.

Fromm murió el 18 de marzo de 1980. Y yo he despertado ininterrumpidamente desde entonces. ¿Y. ....? Y el día es un dudoso laberinto... que diría Borges.

Cuento esto porque siempre he echado de menos los maestros y de alguna forma u otra, ando siempre buscando alguien capaz de darme una buena respuesta. Quizás mi afición por los cuentos Zen, no es mas que una fantasía de tantas, personalísima, donde me imagino ser el discípulo interroga al siempre enigmático maestro:

-¿Puedes instruirme en la verdad?
El maestro preguntó:
-¿Escuchas el trino de los pájaros y el rumor del torrente?
-Sí, maestro, los escucho -repuso el discípulo.
Y el maestro dijo:
-Entonces, amigo mío, no tengo nada que enseñarte.[1]

Desconozco cómo se las arreglaban antes. ¿Con que maestros contaban las gentes corrientes en la Grecia o Roma antigua? ¿Y en el Medievo? Durante mucho tiempo parece que los principales maestros para responder a la vieja pregunta han sido los sacerdotes de las creencias imperantes. Curas o gurús, chamanes o sacerdotisas del templo, lo mismo daba. Cada uno de ellos con su propia cosmogonía, rituales, doctrinas, axiomas. Todas las religiones, incluso las no teístas, conllevan una historieta remota y legendaria de uno o varios personajes modelos, unos hazañas y ocurrencias a menudo increíbles, cuando no claramente paranormales, voces, profecías, mandatos, espíritus resucitados, arcángeles o vírgenes inmaculados como hadas. Casi siempre además, tienen un dios o varios, que desde sus cuarteles celestiales, designan enviados, profetas o guías, montan tifones o plagas, traen la lluvia, sanan a los enfermos o al menos los consuelan, como a los menesterosos. Claro que no es sólo eso, ya que toda religión también establece unas normas de conductas, la moral, dice cómo hemos de comportarnos, que está bien o mal y qué podemos esperar si no nos apartamos del camino. Nos avisan de las fuerzas del mal o de los demonios, que invariablemente parecen tener una iniciativa y una actividad envidiables.

Tanto adorno parecen apartarlos de la vieja pregunta, y aunque no me cabe la menor duda que en su origen, buscaban dar respuestas, se perdieron en los detalles. El sacerdote se convirtió mas en maestro de ceremonia que en maestro de la vida. Y en esos detalles, perdieron feligreses y la sustancia de la pregunta.

En Occidente, rico y grasiento, las religiones, tal y como las conocíamos, no parecen estar de moda. Me da la impresión que solo a los muy pobres e ignorantes o a los mas acomodados, la religión sigue ofreciendo algunas soluciones o consuelo, cuando no grito de guerra, y a otros quizás, como consuelo de su aburrimiento en la abundancia o como enjuague de conciencias. Pero de la vieja pregunta, se sabe muy poco, y la necesidad de respuestas se hace sentir.

Lo que se echa de menos son maestros, no doctos de la iglesia. Mas filosofía que teosofía o doctrina. Mas arte de vivir que moral.

Para arte de vivir, o desatino de vivir, encontramos mas maestros o maestrillos en la propia casa y familia, que en los templos. Después de todos, los sacerdotes hablan de cosas elevadas, alejadas en su mayor parte de la vida cotidiana y mi abuela me enseñaba que hacer si un niño que me quitaba la pelota, qué y cómo comer, o de lo inconveniente de una mentira. ¿Cómo se las arreglaban en Grecia, Roma o en el medievo? me preguntaba y quizás, para el día a día, un antiguo romano seguía mas el modelo y dinámica que ofrecían la parentela y la tribu dónde se vivía que el que se ofrecía en sacrificios a los dioses durante la fiesta de la cosecha.

No encontrado consuelo en la religión ¿qué maestros quedan? Ya no elevan apenas voces en los mercados. No hay maestros en la escuelas sino profesionales de la enseñanza, que son menos.
Los libros, los libros.
[1] Tomado del “Libro de la Serenidad” de Ramiro A. Calle
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jueves 12 de abril de 2007

Nos da miedo pensar

"Los hombres temen al pensamiento más de lo que temen a cualquier otra cosa del mundo; más que la ruina, incluso más que la muerte.
El pensamiento es subversivo y revolucionario, destructivo y terrible. El pensamiento es despiadado con los privilegios, las instituciones establecidas y las costumbres cómodas; el pensamiento es anárquico y fuera de la ley, indiferente a la autoridad, descuidado con la sabiduría del pasado.
Pero si el pensamiento ha de ser posesión de muchos, no el privilegio de unos cuantos, tenemos que habérnoslas con el miedo. Es el miedo el que detiene al hombre, miedo de que sus creencias entrañables no vayan a resultar ilusiones, miedo de que las instituciones con las que vive no vayan a resultar dañinas, miedo de que ellos mismos no vayan a resultar menos dignos de respeto de lo que habían supuesto.
¿Va a pensar libremente el trabajador sobre la propiedad? Entonces, ¿qué será de nosotros, los ricos?
¿Van a pensar libremente los muchachos y las muchachas jóvenes sobre el sexo? Entonces, ¿qué será de la moralidad? ¿Van a pensar libremente los soldados sobre la guerra? Entonces, ¿qué será de la disciplina militar?
¡Fuera el pensamiento!
¡Volvamos a los fantasmas del prejuicio, no vayan a estar la propiedad, la moral y la guerra en peligro!
Es mejor que los hombres sean estúpidos, amorfos y tiránicos, antes de que sus pensamientos sean libres. Puesto que si sus pensamientos fueran libres, seguramente no pensarían como nosotros. Y este desastre debe evitarse a toda costa.
Así arguyen los enemigos del pensamiento en las profundidades inconscientes de sus almas. Y así actúan en las iglesias, escuelas y universidades."

Bertrand Russell: "Principes of Social Reconstruction". London, 1916Innuit0 comentarios

miércoles 14 de marzo de 2007

Egoísmo

Un pensamiento de estos dias, extraído directamente de algunas experiencias de esta semana.

La primera: nada nos hace ser mas egoístas que estar enfermo o ser infelices. Seguramente no es una nueva idea ni siquiera para mi y se parece, dada la vuelta, a aquello de que no hace falta decir "por favor" a un hombre feliz. (y no hace falta, por abundancia, por ausencia de egoísmo).

La infelicidad es la madre de muchos vicios o lo que decía Spinoza, Proposición XLII de su “Etica Demostrada Según El Orden Geométrico”: La felicidad no es un premio que se otorga a la virtud, sino que es la virtud misma”. En cuyo caso, la infelicidad sería el vicio por excelencia del cual deriva muchos.

Si empezamos por la primera parte de la proposición, el enfermo puede ser un auténtico tirano. .El enfermo es un egoísta cuya miseria y malestar le dejan sin fuerzas para pensar en los demás. Solo piensa en su problema.. Me viene a la memoria ese cuento de Mario Benedetti “Los pocillos”; un hombre que al quedar ciego se convierte en un auténtico antipático, incapaz de pensar mas allá de su propia ceguera y que por supuesto se odia.

La segunda parte, el infeliz, aplica lo mismo que puede decirse del enfermo. ¿No es la infelicidad una especie de enfermedad? El ser infeliz no encuentra en si ninguna satisfacción que esa es una definición buena de la infelicidad. La infelicidad es íntima, personal, es un proceso interno. Sorprendería que la encontrara fuera de si. Puede que fuera de nosotros estén cayendo chuzos de punta, pero la infelicidad sigue siendo interna, procesada internamente e interpretada. Puede que la infelicidad sea comprensible, esté justificada e incluso sea lógica por esos chuzos externos, pero sigue siendo íntimo. Lo íntimo de la infelicidad quizás se prueba por el hecho de que situaciones parecidas pueden afectar de diferente forma según quién.

Bien pues, al infeliz, todo le fastidia incluyendo a su persona. La felicidad ajena parece que le turba y ahonda su infelicidad, provocando a menudo envidias o escepticismo. Vive en una especie de escasez, de ausencia, de falta de algo que no es sino de aquello que genera bienestar en su propia persona. Esta escasez parece que le impide ser generoso, le impide cuidar, atender, estar dispuesto, ser paciente y tolerante etc...en suma, le impide querer el bien ajeno, o participar en él, que es la base del amor. No amando a los demás, es decir no siendo generoso, cuidadoso, atento, etc....parece reservarse el amor a si mismo. El egoísta parece vivir preocupado porque no se le escape esfuerzo amoroso fuera de si.

La lógica que se sigue es pervertida como bien apunta Erich Fromm, entre otros, en su “El Arte de Amar” cuando se pregunta si “¿Es su egoísmo idéntico al amor a sí mismo, o es la causa de la falta de este último?” No parece que el amor, el cuidado, la atención, etc..hacia los demás excluye el amor, el cuidado, la atención a uno mismo. Es mas, posiblemente, el amor y sus efectos hacia los demás refuerza el amor propio, la estima, y da propósito. Desde luego, a veces, parece que la mejor forma de cuidarse es atendiendo un poco a los demás, aunque solo sea porque ser generoso nos hace sentirnos mejor y ser mezquinos nos enferma y nos pone de mal humor. Quizás por eso, el planteamiento correcto es revertir los factores, como dice Fromm de forma que: no somos mezquinos por ser infelices, si no que, nuestra infelicidad arranca de nuestra mezquindad. Y esa mezquindad es, en primera instancia, con nosotros mismo, es nuestra falta de amor propio, nuestra falta de cuidado, de responsabilidad, de atención a nuestra persona... lo que nos hace egoístas y no como generalmente se asume que el egoísta solo se quiere a sí mismo. El egoísmo revela la escasez. El egoísmo quiere compensar la ausencia. Sin egoísmo, el mezquino se dejaría morir.

No es extraño apreciar fenómenos de comportamiento aparentemente contradictorios, como la que plateamos del egoísmo como equivalente a ausencia de amor si mismo y en especial, en la relaciones entre padres e hijos. Hay progenitores que justificando cuidado hacia su prole les acuestan a la seis de la tarde en pleno verano, les impiden montar en bicicleta o a caballo, los dejan llorar en la cuna, no les deja jugar con pinturas, les impiden tirarse al suelo y jugar con el barro etc...Con frecuencia, tras esos aparentes cuidados, se esconden la comodidad, tranquilidad, conveniencia y egoísmo del progenitor puesta por delante del desarrollo y alegría del niño. Madres castradoras que decía Freud o padres castradores que decía Lacan.


 
 

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